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Elogio de mi Cuerpo

Foto del escritor: Eduardo Pérez de Lara GonzálezEduardo Pérez de Lara González

Alaíde Foppa

1. Los ojos


Mínimos lagos tranquilos

donde tiembla la chispa

de mis pupilas

y cabe todo

el esplendor del día.

Límpidos espejos

que enciende la alegría

de los colores.

Ventanas abiertas

ante el lento paisaje

del tiempo.

Lagos de lágrimas nutridos

y de remotos naufragios.

Nocturnos lagos dormidos

habitados por los sueños,

aún fulgurantes

bajo los párpados cerrados.

 

2. Las cejas

Las breves alas

tendidas sobre mis párpados

sólo abrigan

el espacio escaso

en el que flota

una interrogación latente,

al que asoma

un permanente asombro.

 

3. La nariz

Casi un apéndice

en la serena geometría

de mi rostro,

única recta

en la gama de curvas suaves,

el sutil instrumento

que me une al aire.

Cándidos olores

acres aromas

densas fragancias

de flores y de especias

-desde el anís hasta el jazmín-

aspira trepidante

mi nariz.

 

4. La boca

Entre labio y labio

cuánta dulzura guarda

mi boca abierta al beso,

estuche en que los dientes

muerden vívidos frutos,

cuenca que se llena

de jugos intensos

de ágiles vinos

de agua fresca,

donde la lengua

leve serpiente de delicias

blandamente ondula,

y se anida el milagro

de la palabra.

 

5. Las orejas

Como dos hojas

de un árbol ajeno

nacen a los lados

de mi cabeza.

Por el tallo escondido

se desliza

la opulencia

de los sonidos,

me alcanzan

las vivas voces

que me llaman.

 

6. El pelo

Dulce enredadera serpentina,

única vegetación

en la tierra tierna de mi cuerpo,

hierba fina

que sigue creciendo

sensible a la primavera,

ala de sombra

contra mi sien,

leve abrigo sobre la nuca.

Para mi nostalgia de ave

mi penacho de plumas.

 

7. Las manos

Las manos

débiles, inciertas,

parecen

vanos objetos

para el brillo de los anillos,

sólo las llena

lo perdido,

se tienden al árbol

que no alcanzan,

pero me dan el agua

de la mañana,

y hasta el rosado

retoño de mis uñas

llega el latido.

 

8. Los pies

Ya que no tengo alas,

me bastan

mis pies que danzan

y que no acaban

de recorrer el mundo.

Por praderas en flor

corrió mi pie ligero,

dejó su huella

en la húmeda arena,

buscó perdidos senderos,

holló las duras aceras

de las ciudades

y sube por escaleras

que no sabe a donde llegan.

 

9. Los senos

Son dos plácidas colinas

que apenas mece mi aliento,

son dos frutos delicados

de pálidas venaduras,

fueron dos copas llenas

próvidas y nutricias

en la plena estación

y siguen alimentando

dos flores en botón.

 

10. La cintura

Es el puente cimbreante

que reúne

dos mitades diferentes,

es el tallo flexible

que mantiene

el torso erguido,

inclina mi pecho

rendido

y gobierna el muelle

oscilar de la cadera.

Agradecida

adorno mi cintura

con un lazo de seda.

 

11. El sexo

Oculta rosa palpitante

en el oscuro surco,

pozo de estremecida alegría

que incendia en un instante

el turbio curso de mi vida,

secreto siempre inviolado,

fecunda herida.

 

12. La piel

Es tan frágil la trama

que la rasga una espina,

tan vulnerable

que la quema el sol,

tan susceptible

que la eriza el frío.

Pero también percibe

mi piel delgada

la dulce gama

de las caricias,

y mi cuerpo sin ella

sería una llaga desnuda.

 

13. Los huesos

Alabo

el tibio ropaje

la apariencia

el fugitivo semblante.

Y casi olvido

la obediente armazón

que me sostiene,

el maniquí ingenioso,

el ágil esqueleto

que me lleva.

 

14. El corazón

Dicen que es del tamaño

de mi puño cerrado.

Pequeño, entonces,

pero basta

para poner en marcha

todo esto.

Es un obrero

que trabaja bien,

aunque anhele el descanso,

y es un prisionero

que espera vagamente

escaparse.

 

15. Las venas

La floración azulada

de las venas

dibuja laberintos

misteriosos

bajo la cera de mi piel.

Tenue hidrografía

apenas aparente,

ágiles cauces que conducen

deseos y venenos

y entrañable alimento.

 

16. La sangre

Secreto corre el torrente

de mi sangre rápida.

Inmenso es el río

que en subterráneos meandros

madura

y nutre el ámbito

de mi vida profunda.

La cálida corriente

que me inunda

en la flor de la herida

se derrama.

 

17. El sueño

En tan blando nido

mi corazón descansa,

ni lo asombran

los perdidos fantasmas

que se asoman.

Pasa por mi sueño

la ola calma

de mi respiro.

En tanto olvido

el tiempo de mañana

se prepara,

mientras estoy viviendo

efímera muerte.

 

18. El aliento

No se de donde viene

el viento que me lleva,

el suspiro que me consuela,

el aire que acompasadamente

mueve mi pecho

y alienta

mi invisible vuelo.

Yo soy apenas

la planta que se estremece

por la brisa,

el sumiso instrumento,

la grácil flauta

que resuena

por un soplo de viento.

 

Por Eduardo Pérez de Lara González | FACEBOOK

Psicólogo, Educador y Músico

"Aguardad vuestro turno con paciencia y con fe... que hay más estrellas que hombres y hay alas para todos."


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