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Libros y gatos en Culiacán,” El Archie”

Foto del escritor: Mario Arturo RamosMario Arturo Ramos

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Durante los pasados diez años- 2009-2019- pasé buena parte de la vida en la ciudad de Culiacán. Participar en el periódico cultural La Voz del Norte -editado en el pueblo Mágico de Mocorito, conocido como la Atenas de Sinaloa- organizando conferencias, ediciones de discos, libros, reuniones familiares que, junto al cultivo de la amistad, permitió que el tiempo transcurriera de manera singular. La tarea me llevó a ser testigo, compartir caminos con ciudadanos e instituciones que producen, apoyan y difunden, las manifestaciones culturales, signos vitales de la existencia de las sociedades. Los nombres de creadores y difusores, forman un concierto que dota de identidad el trabajo cultural en la Capital del Estado de Sinaloa.


Uno de los espacios donde ubique mi residencia en este período, se encuentra en el Bulevar Gabriel Leyva Solano, ahí, cerquita del Parque Revolución, a unos pasos del Polideportivo Juan S. Millán, era lugar donde Gildardo Velázquez, “El Archie,” ejercía el viejo oficio de vendedor de libros usados, jugador de dominó y ajedrez, protector de gatos callejeros.


Los libros por su trascendencia histórica, pedagógica, testimonial, imaginativa, son arcones del conocimiento, elementos principales en el centro de la cultura y sin descubrir “el hilo negro”, sabemos que los libros necesitan lectores, y que la lectura es el vaso comunicante que los une; por eso es preocupante que un estudio de la UNESCO, señale que en México se leen entre tres a cuatro libros por habitante y que ocupamos uno de los últimos lugares en la acción y goce de esta actividad humana; otro plantea que en el 2019, en la población mayor de 18 años sólo 42 de cada cien leían, esta cantidad que muestra el censo ha llevado a un gran debate de la forma o formas para combatir la problemática. Uno de los argumentos que tiene consenso mayoritario es, poner al alcance de todos los libros y, a partir de este esfuerzo conjunto de la sociedad civil, dependencias gubernamentales, iniciativa privada; conformar una campaña feroz para implementar las propuestas que se han formulado para estimular la cultura/ lectura. Tan necesaria, tan deseada.


Culiacán en el municipio tiene una cantidad cercana al millón de habitantes, el 70% vive en la Ciudad de los Tres Ríos, la oferta educativa oficial y privada que crece en su entorno, es atractiva para jóvenes de diferentes lugares del estado y del país que acuden a las aulas en días laborables, este segmento poblacional conforma una cantidad respetable del universo de lectores locales que son atendidos por aproximadamente diez librerías, de las cuales destacan la México, la de la UAS, la Educal, la Gambil, Sanborns y otras que venden ejemplares religiosos. “El Archie” vende libros usados, y considero que su profesión es poco reconocida como promotor cultural de la letra impresa, siempre tendrá mi agradecimiento, por su ayuda solidaria en la distribución de La Voz del Norte.


Alguna tarde “culiche” del otoño, Gildardo me contó que había soñado con poner su puesto de libros usados en la Plazuela Álvaro Obregón, a un costado de la Catedral, en medio de cafeterías, restaurantes, establecimientos comerciales, la Plazuela que alberga predicadores, sesiones de baile popular, actividades políticas y sociales, paseantes y música, tiene en su territorio más felinos callejeros, que son sus cómplices en la cacería de ratas y fieles cuidadores del tesoro libresco que ”El Archie” compartía con el público a buen precio.


Durante los cuatro años anteriores vi materializarse su sueño junto a la oferta libresca; la convivencia social pacífica transcurría entorno a los puestos de libros y sus actividades alternas, que sucedían en un pasaje junto al quiosco central; percibí que los gobiernos municipales con su aceptación del tianguis de libros usados, en un lugar público de acceso masivo, se sumaban a la propuesta para atacar la barrera cultural de la pobreza en la lectura y poner el libro al alcance de la mayoría.


“El Archie”, organizó conferencias, en tardes de lecturas tuve la oportunidad de hablar de Cuatro poetas de Sinaloa, en esta serie de eventos; con mi hijo mayor, armó un club de cine gratuito. En mis visitas a la capital del Municipio y del Estado, una parada obligatoria era su lugar de libros; me tocó presenciar cómo algunos vecinos le llevaban gatos que no querían, para que con paciencia franciscana los alimentara. Es buen lector lee y lee con entusiasmo, por lo tanto, su charla es de obras y autores, de ediciones y temas cotidianos. En estos seis meses de Sana Distancia he salido poco del aislamiento social; después de muchos consejos para no viajar, decidí ir a Culiacán, saludar amigos y familia, escuchar autores e invitarlos a ser parte de Todas las Voces.


Una de las paradas obligadas del rápido viaje era platicar con Gildardo; compartir el olor a papel y tinta de su espacio; crucé el centro de la ciudad y de pronto encontré vació el pasaje de libros de la Plazuela Obregón, sólo deambulaban algunos lectores y gatos abandonados. ¿Pregunté qué había pasado? ¿Por qué suprimir la venta de libros en un espacio público? Alguien explicó que, aprovechando la psicosis por el Coronavirus, las autoridades encargadas de los espacios públicos del municipio les dieron 24 horas para desalojar el lugar; no me pudieron decir si les habían encontrado otro sitio adecuado para seguir su oficio.


Aquella soledad de la Plazuela me lleno con un sabor amargo, pensé en la necesidad de tener los libros al alcance de todos; en la labor de Gildardo Velázquez y otros que, como él, rescatan ejemplares del olvido y los ponen otra vez en circulación. En la venta de libros usados, antigua profesión que por decisiones autoritarias se ha cancelado en un espacio que pertenece a la comunidad culiacanense y que ahora se encuentra vacío. Debo recalcar que en mis diálogos con algunos creativos locales nadie hizo referencia al atentado contra la lectura, en fin, una posibilidad más que se cancela para combatir la pandemia de la falta de lectura.


Al despedirme de la Plazuela solitaria dejé en las copas de los árboles un saludo respetuoso para “El Archie” vendedor de libros, al que deseo sinceramente que continúe el camino. Se le necesita.

 

Por Mario Arturo Ramos | FACEBOOK

Poeta y Autor


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