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No hay ciudad que merezca tener miedo

Foto del escritor: Miguel Ángel AvilésMiguel Ángel Avilés

Hermosillo, de noche.

Jane Butzner Jacobs, una de las reconocidas teóricas del urbanismo, alguna vez dijo esto "Una calle muy frecuentada tiene posibilidades de ser una calle segura. Una calle poco concurrida es probablemente una calle insegura (...) Ha de haber siempre ojos que miren a la calle, ojos pertenecientes a personas que podríamos considerar propietarios naturales de la calle (...) La seguridad de la calle es mayor, más relajada y con menores tintes de hostilidad o sospecha precisamente allí donde la gente usa y disfruta voluntariamente las calles de la ciudad y son menos conscientes, por lo general, de que están vigilando".


José Alfredo Jiménez, otro teórico, pero de la música, nos advertía, cantando “Las distancias apartan las ciudades/Las ciudades destruyen las costumbres”


Yo, que no soy ni urbanista ni músico digo nada más que no hay ciudad que merezca tener miedo. Ninguna. Más bien, a una ciudad, debe garantizársele la paz. De eso, casi todos ganamos. Casi. Pero me temo que eso no se está consiguiendo. A mí esta situación me duele. Porque pienso en sus habitantes. Y en los que van llegando o van de paso. Desde luego, pienso también en lo que dejamos de ser para convertirnos en lo que ahora somos. Puede que un sociólogo y cronista como al mismo tiempo era José Alfredo con sus canciones hubiera tenido una explicación. O Chava Flores o Monsiváis o una bola de cristal o la baraja o dios o alguien porque lo que se buscan son respuestas.


Si hacemos una comparación de hace treinta años a la fecha, puede que nos sirva de algo. La nostalgia combinada con la retrospección y un poco se psicoanálisis citadino, quizá ayuden. Estoy pensando, por principio de cuentas ,en lo grande que está hoy la ciudad con respecto a los años ochenta y si este crecimiento fue planeado o se está dando a la brava. Hacia el norte, la limitación estaba en la comandancia de ese sector o poquito mas allá; hacia el sur, la colonia Cuauhtémoc se ubicaba como lo más lejos. Haga usted memoria al leer esto y no sabrá en que fraccionamiento inicia Hermosillo y termina (“Las distancias apartan las ciudades/Las ciudades destruyen las costumbres”)


De las cadenas de restaurantes de comida rápida que vienen del gabacho había las más comunes y solo unas cuantas. De las tiendas de conveniencia, sobre todo de las que son más conocida y prolifera actualmente, solo habían una que otra. En las colonias o en los barrios no faltaba el changarro de la esquina de nuestra preferencia, muchos de los cuales ahora nada mas son recuerdo porque esas tiendas fundadas en Monterrey y regadas por todo México, le pasaron por encima. (“Las distancias apartan las ciudades/Las ciudades destruyen las costumbres”)


En cuanto a lugares de esparcimiento, destacaban las discos para los jóvenes y dos o tres centros de baile con mucha historia, algunos en su ocaso, que era frecuentada, sobre todo, por la gente mayor o no tanto pero que ya había dejado los años mozos. En lo que respecta a la zona roja o centro de tolerancia, la que hacía unas tres décadas años se había fincado “lejos de la ciudad”, luego de estar por la calle Nogales, ya conurbada con vecinos de las la colonias cercanas y un día, el cabildo que encabezaba Guillermo Balderrama, como Presidente Municipal en turno, decidió cerrarla pero mas bien la descentralizó pues algunas de las sexoservidoras optaron por irse al sector que en algún momento se le conoció como El Tijuanitas. Más adelante llegarían los Table Dance y otras opciones con el mismo giro.


San Pedro El Saucito estaba allá retiradito y poco a poco se ha ido acercando a la ciudad o la ciudad a este.


En la calle Veracruz acribillaban a un agente de la policía y no parecía tan usual.


En los patios de las casas amanecía un catre y evidentes muestras de que alguien, apaciblemente, había pasado la noche ahí. Hoy escasamente se ven o de plano ya no. Pero sí rejas y bardas y esa pregunta de qué es lo que dejamos de ser y hacer un día para convertirnos en lo que ahora somos pero los más, no lo queremos ser.

 

Por Miguel Ángel Avilés

Autor y Abogado







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