"Las distancias apartan las ciudades, Las ciudades destruyen las costumbres."( José Alfredo Jiménez, filósofo, tanatólogo y sociólogo mexicano que le daba por musicalizar sus maravillosos ensayos )
Las ciudades poco a poco van dejando de ser lo que fueron; es su destino, dicen, el sacrificio para su propio crecimiento. Pero las huellas y el recuerdo van quedando. Cruzo la calle Vildosa y El Nelly, aquel viejo Restaurant que recibía desvelados, un día, no hace mucho, cayó derruido para siempre y en su lugar yace una lote de lujosos autos.
Lo mismo pasó con La Vereda, esa pequeña vecindad de cinco a seis vetustos cuartuchos donde en algún episodio era el encuentro pagano para la comunidad viril de edad madura y en otras épocas fue el mesón de tantos, pero si ahorita pasas ni creas que estarán aquellos cuartuchos de arrabal porque sufrió la demolición y la caída total sin límite del tiempo, para que en ese pedacito ya tan habitable y habitado se anclara una gasolinera, otra más sin el menor empacho y lo que había en ese recoveco se quedó en la pura añoranza.
La tienda de Don Daniel, El hospital de bicicletas, un callejón que atravesaba como serpiente el costado de la cuadra y El Merendero de La Piluca con su variedad de tanto antojo.
Que nostalgia, que evocación de años amorosos de ese pasado de ciudad, que a ratos es memoria.
Por Miguel Ángel Avilés
Autor y Abogado
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